lunes, 16 de mayo de 2011

historia universal






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  1. LA POLÍTICA ROMANA

    El derecho a ser elegido resultaba ser un privilegio reservado únicamente a una parte muy reducida de la población y monopolio exclusivo de la élite social, la denominada nobilitas.
    Para ser candidato, candidatus o petitor, era fundamental poseer unas rentas notables, ya que el cumplimiento de cualquiera de las magistraturas llevaba consigo enormes gastos y al contrario de lo que ocurre hoy día, se debían ejercer gratuitamente ya que constituía todo un honor. Además el candidato debía tener nobles orígenes y pertenecer a la nobilitas, y tenía que haber cultivado su imagen social desde los inicios de su carrera política con una activa participación en la vida pública. El candidatus tenia que ser un buen orador, y haber financiando fastuosos espectáculos circenses, gladiatorios o teatrales; así como numerosos banquetes públicos. Debía conseguir el reconocimiento de sus compatriotas, la popularidad y celebridad en grado considerable para poder disfrutar del apoyo de los personajes más notables de la comunidad y solo así presentar su candidatura con garantías.

    Quinto Tulio Cicerón en su Commentariolum petitionis nos acerca a la sociología electoral romana y nos muestra como se podían ganar unos comicios.
    Su obra es un compendio de consejos, tretas y tergiversaciones dirigido a su hermano mayor, el popular orador y jurista romano Marco Tulio Cicerón. En el año 63 a.e.c. después de haber ocupado importantes cargos políticos en la provincia de Sicilia, Marco aspiraba al consulado de Roma, la máxima dignidad a la que un político podía acceder.

    El buen candidato debía estudiarse a sí mismo y analizar su círculo de amistades y su entorno como ciudadano. Necesitaba disponer de un íntimo vínculo con los personajes más influyentes de la sociedad, sin olvidar el cuidado de su imagen en el ámbito popular, para influir en los ánimos de las clases humildes, ni olvidarse de los más jóvenes, especialmente los pertenecientes a la nobilitas. Ya se sabe, quien a buen árbol se arrima...Las posibilidades de victoria estaban estrechamente vinculadas a los amigos. Los estrechos y antiguos lazos de fidelidad y amistad eran muy importantes y se esperaba la devolución de los favores realizados. El candidato debía procurar tratar a toda persona como a un amigo, con amabilidad, llamándolo por su nombre, algo que daba la impresión de auténtica amistad. Como en Roma no existían los partidos, la competencia política se limitaba al enfrentamiento entre individuos, quienes variaban su proceder según la coyuntura, lo que provocaba un cambio continuo de alianzas. La búsqueda de nuevas relaciones durante la campaña era algo básico y por todo ello era necesario que el candidato no se ausentase de Roma, que se dejara ver en público y solicitara el voto personalmente con insistencia.

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